martes, 29 de diciembre de 2009

ADMINISTRACIÓN POR SENTIMIENTOS

ADMINISTRACIÓN POR SENTIMIENTOS
Por: Mtra. Martha Nieto Cater
Diciembre 2009
Una de las desventajas que tenemos las mujeres en el ámbito laboral es que solemos engancharnos y tomar a nivel personal los cuestionamientos, reclamaciones o críticas de los compañeros de trabajo y, a veces, de los propios clientes.
Esta reacción defensiva o emocional que adoptamos ante la crítica o el conflicto laboral es para protegernos;
y nos protegemos porque en la gran mayoría de los casos no hemos aprendido a desprender nuestra parte personal de nuestra parte profesional. En esto consiste la inteligencia emocional: tenemos que aprender a reconocer y guiar nuestras emociones para lograr objetividad y asertividad al decir nuestra opinión o reclamar algo que pensamos está mal.
Suena más fácil decirlo que hacerlo pero sin duda es algo que las mujeres tenemos que aprender bien si queremos influir y ser propositivas, si queremos que nos tomen en serio y consideren nuestra capacidad analítica por encima de nuestro sentimentalismo.
Nos sentimos lastimadas fácilmente cuando se cuestiona nuestra autoridad o cuando se ignoran nuestros logros o cuando pensamos en una idea que sólo a nosotras nos parece genial. Y el problema estriba en que CREEMOS que lo que se cuestiona es nuestra manera de ser EN VEZ DE nuestra manera de hacer. Nos sentimos devaluados o, como dice mi madre, “ninguneadas” si alguien externa su rechazo ante nosotras.
Mientras no desarrollemos esa inteligencia emocional que nos permite tener una autoestima bien plantada, segura y firme, ajena a lo que el resto (sean hombres o mujeres) opine, entonces, cada vez que alguien difiera de nosotros o nos reclame o nos critique, nos sentiremos miserables, despreciadas, inútiles, y acudiremos a las excusas, justificaciones y disculpas que no vienen al caso.
Justamente aquéllo que nos da la ventaja competitiva sobre el hombre en el terreno laboral, es lo que se convierte en nuestra máxima desventaja. He observado que en grupos de trabajo donde participan solo hombres (o muy pocas mujeres), difícilmente se ponen sobre la mesa las situaciones incómodas o emocionales, aún y cuando éstas estén afectando de forma seria el desempeño del negocio. Prefieren obviarlas o ignorarlas y orientar la energía hacia soluciones prácticas totalmente ajenas al verdadero problema. A veces funciona, a veces no. Es aquí donde las mujeres tenemos tanto que aportar: ¿cómo poner sobre la mesa ese asunto incómodo, esa “papa caliente” que nadie quiere tocar, de una manera útil, humana, objetiva?
¿Cómo le hacemos para combinar esa parte de nuestros sentimientos genuinos y ciertos, con el profesionalismo que debe prevalecer en todas nuestras decisiones? ¿Será que por eso las mujeres que han logrado puestos importantes en el mundo parecen mujeres duras y frías? Creo que no. Más bien creo que se debe a que han sabido balancear su inteligencia emocional con su inteligencia intelectual y dejan salir las lágrimas sólo cuando el asunto está ya terminado y decidido (y, desde luego, cuando nadie las ve).
Utilicemos para beneficio de todos esa gran cualidad que tenemos las mujeres de ver más allá del hecho concreto y frío y, sin engancharnos, traigamos a la mesa ese conflicto que está impidiendo que las decisiones avancen en bien de todos. Aprendamos a desengancharnos pero sin deshumanizarnos porque, al final del día, todos, absolutamente todos los problemas que enfrentamos en la chamba, parten de un enojo, frustración o impotencia, todas emociones genuinas.